viernes, 31 de marzo de 2017

¡Ábrete, Toledo, al Tajo!

      [Publicado en El Diario.es, prensa digital de Castilla La Mancha, el 31 de marzo de 2017]


Ser filósofo, dedicarse a interpretar la realidad desde la filosofía, tiene mucho de rumiante. Hay que salir cada día a buscar prados donde pastar hierba fresca, tiernos retoños o áspera paja; buscar charcos de fondo estriado por la sequía, arroyuelos semisecos o agrietadas acequias en los que refrescar la ingestión. Pero una vez visitados los más diversos prados y praderas, el bajo monte o la alpaca de paja ya prensada, viene la segunda parte: no la del descanso con siesta incluida, sino la de rumiar todo ese alimento ingerido. Subirlo de la alacena del estómago nuevamente a la boca para triturarlo, desentrañarlo y poder así asimilarlo.

Buscando nuevos pastos, esta tarde he acudido al Ateneo de Toledo (y Provincia) para escuchar la “Tertulia sobre el Grupo Tolmo”. Como representante, se ha dirigido a todos nosotros el pintor toledano Eduardo Sánchez-Beato. Desde su paleta, ha ido configurando un cuadro de coloridos recuerdos donde, con sutiles pero firmes pinceladas, ha dado forma a lo que el Grupo Tolmo fue y quiso ser, siempre desde la luminosidad que deja la versión galante del verdadero desarrollo de los acontecimientos. Y nos ha hecho ver cómo la monumentalidad de la ciudad de Toledo, la solemnidad de sus monumentos, el hieratismo de sus murallas, trajo el aislamiento de la influencia del arte contemporáneo.

El problema de construir murallas está en que, una vez levantadas, no solamente permiten la defensa sino que después contribuyen a la incomunicación. Hay que conservar los restos visigodos y árabes y mozárabes que nos unen al pasado, del que somos su fruto; pero no hay que renunciar a subirse a esas murallas donadas por el tiempo para, desde sus almenas, abrirnos a lo que pasa ahí fuera. Esta bonita metáfora encierra la gran labor que durante treinta y ocho años desarrollaron los muy dispares y diversos componentes del Grupo Tolmo. Jóvenes y no tan jóvenes artistas que, acicalando las viejas almenas en discretos estudios de trabajo, consiguieron otear los vientos del nuevo arte que provenía de los confines del horizonte, y transformarlo en obras que incrustaron entre las anquilosadas piedras toledanas.

Quizá no solo sea una bonita metáfora de su labor como artistas, sino el triste destino de una vieja ciudad petrificada en el pasado. Un buen amigo, cuya profesión ha sido la de gestionar la vida, como gran ginecólogo hasta hace unos años, y cultivando la amistad entre sus amigos desde siempre, apela al drama de la conquista para explicar el distante carácter toledano. La pretensión de ser conquistado por muchos pueblos diferentes a lo largo de la historia, ha marcado a sus ciudadanos. El alma del pueblo toledano (la volkerpsychologie de los intelectuales del XIX), está condicionada por ese miedo atávico a ser nuevamente invadido: lo que provoca la sequedad y distancia con el que tratan a sus advenedizos vecinos, costándoles llegar a entrar en sus círculos más íntimos.

De ahí que me una a esa actitud de Sánchez-Beato de aprovechar el pasado para comprender el presente, subiéndome con él a las viejas murallas, y desde ellas otear los aires que expele el lejano pero siempre fresco horizonte. Una vez subido a las almenas de la hierática ciudad de Toledo, aprovechando que esta tertulia ha tenido lugar a unos metros de la casa del gran Victorio Macho, bajar la mirada y contemplar el rio Tajo. Aunque vilmente maltratado hoy, sigue sorteando la dura piedra, acomodándose al hierático terreno, trasladándose sin perder su esencia de un lado al otro de la ciudad. Y visto desde la “Roca Tarpeya” de Victorio Macho, sentirle como ese vínculo que une las distantes orillas, como el zurcidor que fue de culturas medievales, como el fluir constante que durante siglos ha mecido a la imperturbable Ciudad Imperial.

Quizá, como señalaron allá en los años 70 el Grupo Tolmo, el futuro de Toledo no esté en las viejas, inconmovibles y rocosas murallas tan bien conservadas: sino-apunto yo- en el diverso, voluble y actualmente silencioso Tajo. Lamentable y despreciado rio hoy, que sin embargo lucha por seguir fluyendo. Sin apenas detenerse rodea meciendo los cimientos de la impertérrita roca toledana, gira bruscamente hacia Portugal para alimentar allí nuevas vegas, y consigue no morir en el océano: sino proyectarse desde él hacia incógnitas riberas en tierras americanas.

Sr. Presidente y Consejeros de la Comunidad, Sra. Alcaldesa y Concejales del Ayuntamiento, sres. Directores de las múltiples instituciones y asociaciones privadas y públicas, retomemos la estela dejada por el Grupo Tolmo. Abandone de una vez Toledo su afán por mantenerse impertérrito, aislado entre sus murallas perfectamente conservadas, y trabaje para deslizarse por los recovecos que llevan al futuro, cargado de pasado. Como desde tiempo inmemorial viene haciendo el añorado y olvidado Tajo…

 

Eugenio Luján Palma - FILÓSOFO

domingo, 26 de marzo de 2017

El terror como falso argumento para limitar derechos

               [Publicado en prensa digital de Castilla La Mancha el 26 de marzo de 2017]

 

La finalidad última de un Estado debe ser la de garantizar los derechos de sus ciudadanos, velar porque cada uno de ellos puedan disfrutarlos todos, y vigilar que la correspondencia entre derechos y deberes se cumple para que ese Estado funcione. Entre esos derechos que debemos disfrutar como ciudadanos, están el de la libertad, el de la seguridad, el de la educación, el de la sanidad,… Es curioso cómo el decantarse por uno u otro de manera prioritaria, genera una concepción de la sociedad peculiar. En estos días, la titular del Ministerio de Defensa, Sra. de Cospedal, nos ha ofrecido su visión de la sociedad exaltando el derecho de la seguridad por encima de los demás, afirmando en un titular aireado en múltiples medios que “Si no tenemos garantizada la seguridad, da igual tener garantizada la sanidad pública o el subsidio por desempleo”.

Vivimos tiempos difíciles, complicados, donde unos pocos pretender extender el terror y el miedo sobre otros muchos, para imponer su ideología. Las fuerzas armadas de las principales capitales europeas están en estado de máxima alerta, en previsión de posibles atentados, como el que acabamos de vivir hace unos días en Londres. Se han desactivado células terroristas con un programa de muerte indiscriminada ya diseñado. Corren por redes sociales avisos anónimos donde se alerta de posibles atentados en los lugares más concurridos y de forma indiscriminada. El estado de alerta, miedo y desazón cunde entre los ciudadanos europeos.

Pero esta circunstancia de asesinatos masivos e indiscriminados, extremadamente dañinos tanto para nuestra vida diaria como para la convivencia en el plano internacional entre culturas, no debe hacernos perder la auténtica perspectiva de los derechos individuales que disfrutamos. Hay que buscar la máxima seguridad para todos los ciudadanos, pero sobreponer la seguridad a la libertad o la igualdad, es concebir una sociedad donde prima el control a la decisión libre y al trato igualitario.

Por eso, “lo diga Agamenón o su porquero”, hay que recalcar una y otra vez aquello que los liberales del XIX gritaban sin cesar allá donde corrían peligro la defensa de los derechos individuales: ante el menoscabo de cualquiera de ellos, debe prevalecer siempre el de la igualdad por encima de todos. Incluso por encima del de la libertad: porque si no somos iguales, jamás podremos ser libres; porque ser libres sin ser iguales, es menguar la libertad de cada uno.

De ahí que quiera recordarle a la muy excelentísima Sra. de Cospedal, en tanto que Ministra de Defensa, que no es el valor de la seguridad el que genera y ampara a los otros: sino el de la igualdad. Y que solamente desde su promoción podremos desarrollar el resto. Acabamos de cerrar probablemente el siglo más sangriento de la humanidad. Por Europa han vagado fantasmas de odio y de terror de un extremo a otro, tanto a nivel geográfico como ideológico, generando escenarios impensables de aniquilación de millones de individuos, y de la supresión de los más inviolables derechos. Pero si algo deberíamos haber aprendido era que la convivencia justa entre ciudadanos no viene de la mano de la seguridad, sino de la igualdad. Y no vamos a apelar a ejemplos que el avispado lector ya tiene en mente.

Evidentemente vivimos tiempos de miedo y de terror, de sangrientos y aleatorios asesinatos llevados a cabo por individuos sin respeto alguno a esos derechos que nosotros sí les reconocemos; pero eso no debe ser motivo para que el Estado pretenda rescindir ni limitar los nuestros. No está la seguridad por encima del resto de derechos, Sra de Cospedal, sino la igualdad. Curiosamente ese derecho que ud y su Gobierno maltrató y vilipendió en Castilla La Mancha, logrando reducirlo y limitarlo a niveles desconocidos desde la llegada de la democracia en ámbitos como fueron la educación y la sanidad, sometiéndole en ese caso al valor de la economía (de los números y las cuentas).

Los políticos son hijos de su tiempo y de la sociedad a la que gobiernan, ya que por sus propios ciudadanos han sido elegidos. Pero, ni la legitimidad de las urnas ni las circunstancias por las que pasamos por muy tremendas que sean, pueden llevar al silencio de quienes nos consideramos liberales al estilo del XIX, exigiendo el respeto por todos los derechos individuales, y la implicación del Estado en el trabajo diario para que imperen en cada uno de todos los ciudadanos. No es admisible que los representantes públicos quieran aprovechar estas circunstancias de miedo y de terror colectivo, para limitar, rescindir o subordinar nuestros inalienables derechos.


Eugenio Luján Palma - FILÓSOFO

EL RETO - 10. El cruel septuagenario siglo XX (y2)

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