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lunes, 22 de julio de 2024

EL RETO - 3. Territorialidad y Jerarquía

 

Si nos analizamos desde la perspectiva de la filogénesis, hay que afirmar que todos nosotros, desde los homininos de hace seis millones de años a cualquiera de los que habitamos hoy en día, somos primates sociales.

Condición que debemos aceptar si realmente pretendemos entender nuestro actuar diario, en tanto que individuos pertenecientes a sociedades de diferentes tipos y grados. Indispensable si, además, se quiere encontrar una ética que organice ese actuar desde principios universales.

Inventamos el concepto de humanos para referirnos a nosotros, con el que, al englobar unas características especialísimas y supuestamente únicas, se resaltaban las diferencias precisas entre nosotros y el resto de los animales. Sin embargo, en tanto que primates sociales, poseemos todos los humanos unos rasgos muy marcados, que se han mantenido hasta hoy; y que, obviamente, se muestran también en el comportamiento de los individuos de las diferentes familias de homínidos actuales (con quienes compartimos el caminar evolutivo).

Durante ese largo proceso de más de seis millones de años, determinados comportamientos naturales se han modificado, bien desde alteraciones genéticas, bien desde alteraciones estructurales de importantísimos órganos: como es el mismísimo cerebro; otros, se han mantenido inscritos en nosotros. Pero, tanto estos como aquellos, son hoy compartidos por todas las personas, ya que se encuentran alojados en nuestros cromosomas. Sin olvidar que una parte importante de ellos están también presentes, no solo en los mamíferos superiores terrestres (con los que compartimos ese proceso evolutivo común), sino también con determinados mamíferos marinos (desde un proceso evolutivo convergente).

Centrándome en la familia de los homínidos, me interesa resaltar el rasgo de la territorialidad. ¿Te has fijado que en el mundo laboral los dirigentes tienen espacios propios y determinados? ¿Has observado que el tamaño de ese espacio, así como su lustre, está en proporción directa al rango que desempeñe quien lo va a ocupar dentro de la estructura organizativa? Es más: una vez que a un individuo se le adjudica un espacio de trabajo (que puede ser un despacho más o menos amplio, propio o compartido, incluso mesas individuales de trabajo en un lugar común), inmediatamente toma posesión de él decorándolo con objetos personales.

Este comportamiento, que no dejar de ser una estampa cotidiana, es precisamente un ejemplo de la dependencia que aún rige en nuestra especie respecto del elemento biológico. Este rasgo de la territorialidad lo tenemos muy marcado, aunque no reparemos en ello, como es en el caso del hijo que, al crecer, va exigiendo su espacio propio dentro de la casa familiar. Rasgo que siempre va unido al de la jerarquía que, en el ámbito natural, se ve vinculado con el que el grupo reconoce como el sujeto más dotado física y adaptativamente: que será un macho, si nos referimos a grupos patriarcales como el de los chimpancés y gorilas; o una hembra, si son matriarcales, como los de los bonobos). Sin embargo, entre las personas se impusieron criterios culturales como método de elección (aunque todos hemos experimentado más de una vez que estos tampoco son garantía de un mejor desarrollo de tales funciones).

Ambos rasgos son determinantes para la existencia de todo grupo social. En el mundo natural, desde la territorialidad se garantiza el uso y disfrute de un espacio determinado, en el que ese grupo social encuentra las condiciones necesarias para su supervivencia (a nivel energético, de descanso y de refugio; zona que no dudarán en abandonar en el momento en el que consideren que estas ya no son las satisfactorias.

A su vez, el rasgo de la jerarquía contribuye a garantizar una estricta organización del grupo. Es la manera natural de conseguir su más optimo desarrollo, determinando cuáles son las necesarias relaciones entre sus componentes que todos deben respetar (tanto a nivel horizontal como vertical), cómo acontece la procreación dentro del grupo, y la defensa tanto de sus miembros como del territorio que está siendo ocupado.

Ahora bien, considero que la doble justificación de que ambos rasgos se mantengan activos a día de hoy dentro de los grupos humanos, es la misma que les lleva a dirigir la estructura social del resto de los homínidos: por cuestiones económicas, por una parte, y de poder (de jerarquía) por otra. No creo necesario explicar la influencia de ambos conceptos en el dinamismo de los grupos humanos, solamente hay que recordar las guerras que están activas hoy, o la cantidad de ellas que han salpicado a la historia de la humanidad, donde incluso se ha buscado la aniquilación del otro; sin embargo, cuando hablo de cuestiones económicas referidos a grupos de animales, me refiero al sentido que tenía incluso entre nuestros antepasados homininos: el de gestionar el consumo necesario de proteínas y del resto de componentes precisos para su supervivencia diaria.

La violencia, como forma de relacionarnos con grupos adversarios o sociedades consideradas enemigas, nos ha acompañado en nuestra andadura evolutiva, y sigue inscrita en nuestra naturaleza biológica: los ejemplos en nuestra sociedad actual están a la orden del día. Pero, al mismo tiempo, aparece la solidaridad, la cooperación: evidentemente dentro del mismo grupo (rápido hacemos piña ante lo que consideramos un ataque desde otro externo); pero también somos muy dados a empatizar con el sufrimiento o padecimiento de miembros de otros grupos, incluso lejanos.  Este también es un rasgo potente en nuestra especie, inserto en nuestra biología.

Es conocida la anécdota de la antropóloga Margaret Mead. En una conferencia, ante la pregunta de un estudiante sobre cuál era el objeto más antiguo que determinaría el inicio de la civilización, respondió que no se trataba de un objeto o instrumento concreto elaborado, sino de un fémur con muestra de haber padecido una fractura, y que aparecía con ella solidificada. Dicho de otra manera, la aparición de la solidaridad y la colaboración es lo que nos hace personas.

 

Eugenio Luján Palma – Filósofo Esta obra está bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0

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