Hanna Arendt nos enseñó la banalidad del terror, cómo desde la
trivialización del sufrimiento éste tortura y mata dos veces: en la propia
ejecución, y después cuando se vulgariza y desnaturaliza. Es ese totalitarismo
impuesto, cuadriculado, rígido, como la celda desde la que mira Picasso, con
ojos inquisitivos, de dolor… pero también de esperanza: «Homenaje a Picasso»,
lo llama su autor. Ojos que buscan, más allá del último ángulo del marco, una
brizna de ilusión. Dolorido, con tintes rojos en su más íntimo humanismo, busca
salir del encierro que toda oscura ideología totalitaria impone para, con trazos
entre surrealistas y cubistas, mostrar después al mundo la realidad de un
bombardeo con formas de sueño pasajero.
Realidad, sueño y vida se entremezclan así en su obra,
como en esta exposición ocurre en los cuadros de Jesús Romero, humanista
y médico. Una realidad maltratada en su aspecto más natural por un
consumismo atroz banalizado, que cada día asfixia más a nuestro planeta,
haciendo retroceder lo natural al empuje de una basura compulsiva. «Cambio
climático» lo titula, donde el medio ambiente se ve retrotraído por el
impulso cruel de la contaminación, que abarca cada vez más terreno en el
cuadro, empujando a lo natural a una esquina. Mostrándonos su fragilidad,
diversidad y cambio constante con esas hojas que el viento arroja hacia un
letrero humano, que nos avisa -porque aún muchos lo niegan-, del latrocinio que
estamos cometiendo a nuestra madre naturaleza.
Exposición que parte de la banalidad del terror, y que
transita al terror del uso tan banal que hacemos de los materiales.
Reivindicando otras vidas para una chapa vieja y oxidada (Constructivismo 1),
sobre la que reposa el trabajo del hombre -siempre áspero, bronco, monótono
como la arpillera-, pero que es lo que le dignifica, lo que le da su esencia.
Sin poder dejar de ajustarse a las normas cuadriculadas imperantes, reguladas
por una sociedad estricta, pero en donde siempre cabe la libertad de creación
del sujeto, del ciudadano, del individuo.
Reutilización de los materiales más banales y
vulgares, que nos llevan a comprender, no solamente que: «La vida es un
teatro»; sino a entender que la cultura humana, desde el conocimiento, la
tecnología, la ciencia, al arte y la religión, son elementos fugaces en la vida
del planeta, incluso en el de la propia humanidad. Desde una vieja lata oxidada
y abierta como un libro, contemplamos, con la perspectiva de Jesús, la
caducidad de la vida y producción humanas. Importantes en cada uno de sus
enfoques, imprescindibles en su momento, necesarias para nuestro desarrollo y
evolución, pero sin perder de vista su fugacidad.
Una vida humana que se ha construido desde la más pura
existencia. No nacemos en forma de proyecto cerrado, sino que debemos
construirnos -como lo hace el herrero con el acero en su fragua-, a golpe de
decisión. Un noble y recio material que representa la dignidad que todo ser
humano tiene. Que reivindica el respeto a cada forma peculiar de vida humana,
como esas curvas con las que Jesús diseña su: «Figura existencialista», siempre
reafirmándonos en lo que queremos ser; siempre en la búsqueda de nuestra forma
más precisa e íntima del Ser.
Exposición abierta en la Galeria Bel-Arte de Toledo,
a la que nos invita a entrar su carismático: «Composición informalista 1.
Entrada al conocimiento». Obra realizada con materiales que se fue
encontrando en sus paseos por el campo. Materiales vulgares, banales,
desechados, olvidados, arribados como basura contaminante, pero que en sus
manos toman forma de esa puerta que invita a ser abierta, y trasgredida en sus
límites.
Metáfora, sin duda, de una sociedad consumista y egoísta
que también arrumba a muchas personas, convirtiéndolas en solitarios despojos
humanos. Usados hasta la extenuación por un entorno productivo depredador, que
termina por enajenarles su esencia y convertirles en los actuales residuos
-cual chapa oxidada-, de las poblaciones de hoy. Individuos invisibles con
quienes, sin duda, deberíamos también comprometernos para ayudarles a construir
una segunda y nueva vida.
Eugenio Luján Palma - Filósofo