Artículos y reflexiones sobre la actualidad desde la filosofía...
lunes, 29 de abril de 2024
jueves, 4 de abril de 2024
1886: un diálogo polémico entre Unamuno y Sabino Arana.
Durante los años que me he dedicado al estudio y
análisis del pensamiento de Unamuno, sobre todo en sus inicios, no he encontrado
un trabajo riguroso que investigue y explique las relaciones entre dos jóvenes
vascos del momento (que con el paso del tiempo se convertirán en personajes de
gran influencia en el devenir de la España del siglo XX y XXI), como son Miguel
de Unamuno y Jugo por una parte y, por otra,
Sabino Arana Goiri. Este artículo es una parte del fruto de esos años de
investigación, y donde me cabe la satisfacción de traer a nuestros días -o de
retrotraernos a los suyos- una polémica viva y dura. Miguel de Unamuno, que
recién doctorado en Filosofía (en la Universidad Central de Madrid) se vuelve a
su “bochito natal”, a Bilbao, para encontrar trabajo como profesor y afianzar
su relación sentimental con la joven gerniquesa Concha Lizarraga, se encuentra
en un ambiente cultural hostil: el movimiento fuerista intransigente, al que
había pertenecido de muy joven y en el que tenía grandes amigos, comienza a
dejar paso para transformarse en un movimiento puramente nacionalista
engalanado con toda una historia confeccionada a su medida, y su consiguiente
misticismo y universo simbólico. Ante ello, Unamuno protesta, alza su voz
y recusa desde los postulados de la
ciencia lo que aquellos (desde la mera ideología o mitología) mantiene como
absolutamente verdadero, y en lo que fundamentan sus tesis nacionalistas. Por
eso afirma de forma clara y rotunda:
“Si
Dios me da salud y tiempo quisiera barrer con ayuda de todos aquellos que no
tienen la venda de la pasión ante los ojos, la máquina formidable de quimeras y
fantásticas invenciones con que han echado á perder una historia sencilla de un
pueblo cuya gloria es el ser pacífico, morigerado, laborioso y libre. Aitor,
Lelo, Lecobide y hasta Juan Zuria y la batalla de Arrigorria son ó hechos
totalmente desprovistos de fundamento, ó hechos muy problemáticos que no se
pueden dar por rigurosamente históricos”.[1]
Una polémica que tuvo lugar en 1886, y que llevó al joven Unamuno a vivir en una situación de tensión, de incomprensión, de vapuleo constante y tergiversación de sus palabras. Tan desgajado y solitario se encontraba en su añorado y querido Bilbao que incluso llegó a no reconocer a esa sociedad en el seno de la cual había nacido y se había criado..., y a la que tanto quería. ¿Viejos o nuevos nacionalismos? ¿Nuevas o viejas situaciones vivenciales?
En
apenas tres meses, la Revista de Vizcaya publica dos artículos con el mismo
título para dirimir una discusión que venía de antiguo, y que se había puesto
de moda: ¿cuál es la grafía que corresponde al viejo idioma euskaldún para
designar a los habitantes de la vieja Vasconia o Euskalerría? Unamuno publica
su artículo ¿Vasco ó Basco? con fecha de 1 de abril de 1886, en el
número 11, Tomo I, de dicha revista; Sabino Arana hace lo propio con el suyo, ¿Basco
ó Vasco?, el 15 de julio de 1886, por tanto en el nº 18, Tomo II. Son dos
artículos muy sintomáticos de las teorías e ideas que cada cual mantiene y
defiende ante el problema de la cultura vasca en general pues, aun partiendo de
un mismo presupuesto y llegando a una misma conclusión, el camino que siguen
sus razonamientos delata las diferentes posturas “vasquistas” que cada uno
mantiene y defiende. También es digna de señalar la identidad en el título de
ambos artículos. Si nos guiamos por la cronología en la publicación, el de Unamuno
es anterior; aunque, cuando se publica el de Sabino Arana, una nota del autor a
pie de página aclara que “Este artículo etimológico fue escrito, como parte de
la Introducción de una “Gramática Elemental del Euskera Bizkaino”, (que será
publicada a la menor brevedad), el mes de diciembre último”, añadiéndose
que “Su publicación fue solicitada á la Revista Euskalerría el 24 del
pasado, denegada la súplica, á causa de que su autor no accedía a manifestar su
nombre.”[2] De
hecho, dentro de la edición de sus Obras Completas[3]
que he podido manejar, dicho artículo aparece dentro del apartado “Etimologías
Euskéricas” comentándose el mismo sucedido. De ser así, el artículo de Sabino
sería anterior en su redacción al de Unamuno (pues lo habría escrito en el mes
de diciembre de 1885), aunque puestos a pensar sobre “posibles influencias”, el
de Unamuno fue publicado con anterioridad. Pero dejemos aquí apuntado este dato
cronológico al que quisiera volver más tarde, para señalar otro dato no menos
curioso también, que nos indica ya cuál será la tesis que se desarrolla en el
artículo de Sabino: la “Advertencia” que el propio Arana sitúa al inicio del
mismo comentando esto que acabamos de referir (con fecha de diciembre de 1887),
concluye así: “Hoy siento en el alma haber publicado aquella y otras
etimologías en una revista que sólo el nombre (¡y aun esto sin ortografía!)
tiene de bizkaina.”[4]
“Hasta no ha mucho escribíamos todos la palabra vasco con v hoy la escriben muchos con b”, dice Unamuno, achacando esta costumbre más que al conocimiento de su razón etimológica, a que “lo ven hacer y movidos de la razón de autoridad.” Una explicación nada convincente para su espíritu inquisitivo, que padece “la manía de escudriñarlo todo”. Tal “razón de autoridad” no era otra que “La letra v es de origen latino y no euscárico”[5], por lo que “desde los primeros Euskerófilos vienen casi todos ellos escribiéndola con b, queriendo fundarse en que su etimología es puramente Euskara, pues dicen que es contracción del Euskero “basso-ko” (bosqueño).”[6] Sigamos con las argumentaciones al respecto de Sabino Arana quien comienza apreciando en dicha explicación un cierto sin sentido, o bien una no total reivindicación de las ascendencias euscáricas de dicha voz, ya que “si “vas”, en efecto, se ha de trasladar á la escritura con b por ocupar el lugar del Euskero “basso”, que con dicha letra se escribe, la misma razón existe para que “co” se trascribe con k, puesto que también está en lugar del “ko” del Euskera”[7]. Razonamiento que le lleva a un problema etimológico, ¿cómo se ha perdido la representación del sonido “ss”, que también tenían los latinos?: “No puede exigirse lo propio del Español, ya que no conserva dicha consonante doble y toma la terminación superlativa “simo” del Latín “ssimus”, que lleva dos ss.”[8]
“Pero, cuanto más iba comprendiendo el
genio especial de aquella Lengua, más dudosa me parecía la relación de
procedencia directa entre ella y la voz que nos ocupa.” Entonces, cuando tuvo
ya dominio del vascuence, se decidió a indagar en la verdadera etimología de
dicha palabra. Considerándola compuesta empezó por analizar el supuesto
“sufijo” “ko”, que indica “que su elemento radical posee localmente al
sustantivo calificado”. De esta manera:
“Se deduce de esta especial condición y
naturaleza de la característica ko, que siendo directamente euskera la
etimología de la voz vasco, según se pretende, y sus elementos “basco” (bosque)
y “ko” (de local), el derivado resultante significará “ser que está en el
bosque o con los bosques”, y en manera alguna “natural” de los bosques, porque
para expresar “naturaleza” emplea el Euskera la característica “arr” y no la
ko”.
Pero,
teniendo presente tales significaciones etimológicas, y siendo como han sido
tradicionalmente -según Arana- “tan amantes de la integridad de su raza y tan
enemigos de los intrusos”, “¿es posible que (...) formaran los naturales de
este suelo con la nota ko, un nombre de pura “localidad” para indicar su
“nacionalidad”(...)? ”. Él, al menos, no se lo cree, por lo que “Estas y otras razones me iban convenciendo
cada día más de que el origen etimológico de “vasco” no podía ser el derivado
Euskero “bassoko-a”.
Entonces, ¿cuál es su origen? ¿de dónde
procede? Para ello, y habiendo analizado ya el adjetivo “ko”, Sabino Arana lo
intenta mediante el estudio de la afiliación etimológica de la primera parte
del vocablo: “bass”. Y encuentra el mismo camino que, como veremos a
continuación, toma Unamuno para dar su explicación: “¿No es, pues, verosímil,
probable, casi cierto que el nombre “vasco” pronunciaran los Latinos UASCO?”.
Idea que, según dice, “no hace mucho cruzó por mi mente, rasgando, como
clarísimo relámpago las sombras de duda que la embargaban.” Ahora es cuestión
de encontrar el origen de esa palabra “UASCO-NES” (“verdadero nombre con que
sin duda llamaron los Romanos a nuestros padres)”[9],
de desentrañarla, para asegurar así el origen del concepto “vasco”. El
análisis, después de tener tal visión, lo inicia en el concepto de “Euskera”,
palabra con la que se hace referencia a la lengua que hablan los vascongados.
Una palabra que encuentra compuesta por dos elementos: por una parte “era” que
significa “Lengua”, y por otra “eusko y nó euska, será con infinita
probabilidad la forma íntegra del primer elemento de la palabra “euskera””. Es
decir, “que la etimología de“euskera” es “eusko-era” y que significa “lengua
del eusko.”[10] Supongamos ahora por un momento lo que veremos de demostrar en
el inmediato artículo; esto es, que EUSKO debió de significar en los tiempos de
Roma el territorio ocupado por el euskaldun...”Op. cit., p. 38. Llegando
a la conclusión de que en tiempos de la Roma Imperial “Eusko” debió significar
“el territorio ocupado por el “Euskeldun”, por lo que deduce que los romanos,
al pasar al latín el sonido “eusko”-como supuestamente llamaban los euskaldunes
a su región-, “formarían la voz “nacional” en “nia” y la de “naturaleza” en
“nes”, en el de “eusko” ó “uasko”, que transcrito y prepuesto á aquellas
terminaciones haría VASCO-NIA VASCO-NES
.” El resultado último es producto de
las propias reglas de dicción: “De
“eusko” a “uasko” no va, en efecto, más que una simple permutación de “e” en
“a” y una metátesis sencilla”[11].
Después de todo este razonamiento, nos
quedamos sin una respuesta clara a la pregunta de “¿Basco o Vasco?”; respuesta
que tampoco aparece en el artículo que le sirve de continuación a este:
“Etimologías sueltas. España”[12]. La conclusión que nos
muestra Sabino Arana es que “vasco” es una palabra de origen latina creada por
los romanos al latinizar el vocablo “eusko” -que era como, al parecer, llamaban
los euskaldunes a su tierra o región-. Y como la “v” no existe en el “euskera”
y sí la “b”, reivindicaremos más su procedencia escribiéndola con la “b”,
teniendo presente una salvedad: que la
palabra “basco” no tiene un origen etimológico euskaldún, sino que su origen es
una adecuación de un sonido euskaldún al latín, que se quiere volver a acercar
a sus orígenes con el cambio de consonante. “La palabra española vasco es
versión de la latina igualmente transcrita, vasco”, por tanto “con solo escribir
basco (con b) no estaba aún debidamente vindicada la propiedad de la
trascripción de dicha voz”. Aunque utilizando la consonante “b” se acerque a su
origen:
“Así
también los apellidos Euskerianos deben escribirse como lo exige su Lengua
madre al ser citados en cualquier idioma; y Elizegui, Olabeaga, Lekerika, por
ejemplo, se escribirán así, y nunca Elícegui, Olaveaga, Lequerica. Y como
quiera que los apellidos Euskeros son en su mayoría, primitiva o
etimológicamente considerados, toponimicos
ó de regiones, resulta que aquella ley se hace extensiva á todos los
nombres locales de Euskería: de manera que se escribirá Bizkaya, Guipuzkoa,
Gernika, Deba, etc, y no Vizcaya, Guipúzcoa, Guernica, Deva (en Español), ó
Biscaïe, Guernique, Deve (en Francés).”[13]
Pasemos
ahora al artículo de Unamuno ¿Vasco o Basco?, quien ya inmediatamente y
en esa línea cientificista que acabó (entre otras cosas), con su “romanticismo
vascongado” afirma “Yo no me contenté y he pedido “hechos”; visto que no me los
han dado los he ido á buscar”. Parte del presupuesto de que la letra “v” tiene
su procedencia en el latín y no en la lengua éuscara, porque “hoy, en el actual
vascuence no existe el sonido v distinto del de la b.” Además, “Vasco” deriva
de “Vascon”, que es su forma más llena.” A continuación mostrará dos hechos en
los que se aclara esta supuesta confusión:
- “Primer hecho, primera derrota.”
Señala el escrito del P. Moret Investigaciones Históricas de las Antigüedades
de Navarra, en su capítulo tercero, donde se hace referencia “a la persistencia
de los romanos a escribir “vascones” y “vasconia” con v.” También señala a
Estrabón como “el primer escritor donde he hallado pruebas en favor de mi tesis
(...) Estrabón escribe la palabra vascones así: ouascones”, y como en aquellos tiempos
el diptongo “ou” se leía “u”, “resulta que en tiempos de Estrabón se decía
uascones.”
- “Segundo hecho, segunda derrota.”
Apoyándose en primer lugar en los “cronistas franceses de la segunda centuria”
como Gregorio Turonense, Fredegario, Eginardo,... que “escribían vascones y aún wascones”; apoyándose a su vez
en Duvoisin quien afirma que de “Wasconia” surgieron “las modificaciones que
aparecen en la canción de Rolando, Guascuigne, Guascuine, Guascoinz, y de estas
las actuales Gascuña y gascones”; afirma Unamuno que no existe ley fonética de
los idiomas romances que cambien “ba” en “gua”, sin embargo sí que ocurre que
de “ua” o “wa” se cambie a “gua”[14].
Por tanto, “¿Cuál es la etimología de
la palabra vasco? Hoy prevalece la de hacer derivar este vocablo de baso-ko,
montañés, pero esta es ficticia, porque lo que se debe explicar no es la actual
forma vasca, sino la primitiva uascon.” Y concluye Unamuno: “¿Hay razones
etimológicas para escribir vasco con b? No; una etimología ficticia y nada más.
¿Las hay para escribir con v? Sí, hechos concluyentes.” Aunque tampoco se priva
en apoyarse en su concepción organicista del lenguaje -en tanto que
perteneciente a un pueblo que lo habla y que lo determina, pueblo que a su vez
se encuentra estructurado y determinado por aquél-, y afirmar tajantemente: “Y
aunque no los hubiera el uso basta y sobra.”[15]
No busquemos razones ficticias, usemos el lenguaje y entendámonos, como dijo
anteriormente.
Desearía cerrar este apartado con un breve comentario. Aunque sea llamativa la coincidencia en el título de ambos artículos, entra dentro de lo posible su utilización por ambos ensayistas ya que se trataba de una preocupación del momento. También es curiosa la coincidencia en la argumentación: ambos se sirven del análisis lingüístico, y desarrollan un análisis simétrico, tan parecido que ambos se ciñen a los mismos presupuestos lingüistas. Sin embargo difieren en su conclusión: Unamuno, basándose en las leyes de la etimología y de la lingüística moderna (aquella vigente en el momento), fundándose en textos que reflejan cómo se ha utilizado el término en otras épocas, deduce científicamente la conclusión; Arana, por su parte, y siguiendo el método de los estudios tradicionales de lingüística de Astarloa, Larramendi, Moguel, y todos los demás que con anterioridad a ellos se dedicaron, busca y rebusca en las etimologías pretendiendo, más que dejarle al concepto que muestre sus orígenes, encajarle dentro de la idea y de la historia que él tienen en mente y en la que cree. De ahí que el resultado último sea tan dispar: de la argumentación que realiza Unamuno sobresale la sencillez -como se pide a toda estudio científico, lo cual no quita que sea profundo-, y la deducción; aquella que realiza Sabino Arana se ve, en último término, forzada por elementos extraños a la propia investigación (por ejemplo, por su determinada concepción de la historia del pueblo vasco).
Es más, y retomemos
aquí aquella pincelada cronológica con respecto a la elaboración del artículo
que Sabino se ocupa y preocupa por resaltar. No se trata de desconfiar de su
palabra, y por tanto de dudar de que tuviese elaborado el artículo que hemos
analizado como “Introducción” de su proyectada Gramática Elemental del Euskera
Bizcaino en diciembre de 1885, como él nos dice; pero, en tanto que el único
hecho cierto y fehaciente que tenemos son las fechas de publicación de ambos
artículos, ¿pudo ser el conocimiento del artículo de Unamuno (por su sencillez,
claridad y concisión), la “idea que no
hace mucho cruzó por mi mente, rasgando, como clarísimo relámpago las sombras
de duda que la embargaban”[16] sobre aquella cuestión,
elaborado y adaptado después a la luz de su peculiar modo de concebir y
entender la historia?...
Eugenio Luján Palma - FILÓSOFO
[1] Unamuno, Miguel de. 1886. ¿Vasco ó Basco?, Revista de Vizcaya,
Tomo I, nº 11 (1 de abril): 404.
[2] Arana Goiri, Sabino. 1886. “¿Basco ó Vasco? ”, Revista de Vizcaya, Tomo II , nº 18 (15 de julio):166. El
subrayado es mio.
[3] Arana Goiri, Sabino. 1992. Obras Completas, edit. Sendoa
Argitaldaria, Donostia.
[4] Arana Goiri, Sabino. 1992. Op. cit., p. 31.
[5] Unamuno, Miguel de. 1886. ¿Vasco ó Basco?, op. cit., p. 399.
[6] Arana Goiri, Sabino. 1886. Op. cit., p. 166.
[7] Arana Goiri, Sabino. 1886. Op. cit., p. 167. Y dice a continuación:
“(...) y esta lengua no posee “o” por que no la necesita, y puesto que, además,
el Español cuenta en su alfabeto gráfico con k tanto como la b, y porque, si
las consonantes k y c ante vocal tienen el mismo sonido, uno solo es asimismo
el que b y v representan, por más que algunos quieran barbarizar á la v ó tal
vez inventar perfecciones (?) en el Español, haciendola v francesa.” Que no se
corresponde fielmente al editado en las Obras Completas, me imagino que por
haber sido revisado, y donde dice así: “(...) y esta lengua no representa con C
su consonante, y puesto que, además, el alfabeto gráfico castellano posee tanto
la K como la B, y porque, si las consonantes K y C ante vocal tienen en el
último idioma el mismo sonido, uno solo es asimismo el que B y V representan,
por más que algunos quieran barbarizar la V en castellano, haciéndola
francesa.”En Obras Completas, op. cit., p. 32.
[8] Arana Goiri, Sabino. 1886. ¿Basco ó Vasco?,
op. cit., p. 167.
[9] Arana Goiri, Sabino.1886. Op. cit., pp. 168, 169 y 170.
[10] Arana Goiri, Sabino.1886: op. cit., p. 172. En las Obras Completas aparece del siguiente modo, suprimiéndose la última frase que acabamos citar: “hemos de concluir necesariamente que EUSKO y no EUSKU es con infinita probabilidad la forma íntegra del primer elemento de la palabra EUSKERA.
[11] Arana Goiri, Sabino. 1886. Op. cit., p. 172. Vuelve a haber
disparidad en lo recogido en una y otra obra de Sabino Arana, aunque ahora
puede ser más por motivos de errata. Donde nosotros acabamos de señalar “eusko”
y “uasco”, en las Obras Completas (op. cit., p.36.) aparece como “uesko” y
“uasco”, que tiene más sentido respecto a la etimología que pretende demostrar.
[12] Arana Goiri, Sabino.1886. “Etimologías sueltas. España”, Revista
de Vizcaya, Tomo II, op. cit., p. 241-244.
[13] Arana Goiri, Sabino.1886. Op. cit., p. 166, 167 y 171 (nota 4)
respectivamente.
[14] Unamuno, Miguel de. 1886.¿Vasco ó Basco?, op. cit., pp. 399-400.
[15] Unamuno, Miguel de. 1886. Op. cit., p. 401.
[16] Arana Goiri, Sabino. 1886. Op. cit., p. 170.
miércoles, 20 de marzo de 2024
¿Por qué la filosofía?
[Publicado en junio de 2022 en la Revista Cultural del IES Garcilaso de la Vega de Villacañas (Toledo)]
Cuando nos acercamos a la
filosofía como disciplina académica, es frecuente que nos preguntemos qué
función tiene, de su importancia en la vida de cada uno de nosotros. Aceptamos
la necesidad de conocer la ciencia (en cualquiera de sus disciplinas), la
lengua, los idiomas, la educación física, pero cuesta entender para qué estudiar
filosofía.
Te invito a analizar un
suceso muy concreto. Imagínate que sales de casa camino del instituto, cargado
con tu chaqueta, la mochila, colocándote la mascarilla, mientras cierras la
puerta a la vez que compruebas las notificaciones del móvil. Sin levantar la
cabeza del teléfono, echas a andar bajándote de la acera al asfalto de la
calle. No has visto a una bicicleta que viene lanzada. Y, sin posibilidad de
esquivarte, choca contigo, desplazándote unos metros. Supón que ese golpe, que
te pilla de improviso, te hace perder el conocimiento. Inmediatamente quienes
han presenciado el accidente van a auxiliarte. Comienzan a intentar
espabilarte, y un vecino se presta a que te lleven al sofá de su salón para que
te recuperes, esperando que tranquilamente vuelvas en sí.
En el momento en el que
abras los ojos tras el golpe, y tu mirada esté dirigida al techo, ¿qué
preguntas inmediatas te harías? Por ejemplo, ¿te preguntarías por si hay mucha
o poca luz en el salón? ¿O por el estado en el que está la pintura? ¿O por la
posible mancha de humedad que parece dibujarse en una esquina? ¿Te interesarías
por lo limpia que está su lampara?, ¿o porque le faltase alguna bombilla?... O
más bien, las preguntas que se vendría a tus labios serían las de: “¿qué hago
aquí?”, “¿dónde estoy?”, “¿qué me ocurre?”
Pues bien, el primer tipo
de cuestiones serían las que se hace una persona desde los ojos de la ciencia:
buscando explicaciones concretas, soluciones inmediatas, a problemas cotidianos;
y las segundas, serían las que se hacen desde la perspectiva de la filosofía,
donde la persona se pregunta por el sentido de la realidad en la que vive.
El ejemplo que acabo de
mostrar no es mío, está inspirado en el de un ilustre catedrático de universidad de filosofía
ya desaparecido, aunque desde hace años lo utilizo siempre en mis sesiones
introductorias. Y me sirve para comprobar que la primera actitud de toda
persona ante los problemas que nos plantea la realidad, es siempre filosófica;
y solo en un segundo momento, esa preocupación se vuelve científica.
Esto no quiere decir que
la ciencia no sea importante, porque gracias a ella somos capaces de
comprender, explicar y anticipar los fenómenos naturales, para sacarles un
provecho, un beneficio o para que no perjudiquen a la existencia humana. Una
ciencia en la que hay que continuar profundizando: para intentar comprender aún
más y mejor los procesos naturales, y para seguir perfeccionando la puntera
tecnología de la que disfrutamos. Pero cuyo necesario desarrollo no agota el
interés de toda persona, que en cualquier momento de su existencia se va a
preguntar por el sentido de su vida y de la realidad en la que vive.
La civilización griega se
despliega en torno a la pregunta de por qué y cómo se desarrollan los seres
naturales. En la época medieval, la preocupación cambió a cómo debía darse la
relación entre un supuesto ser creador y su obra, las criaturas (sus creaturas).
Durante la época moderna, se cuestionaron por cómo acontece el auténtico
conocimiento humano, y -más adelante, en la ilustración- si las personas pueden
conseguir su libertad y autonomía moral. En el siglo XIX, aparecen las
preocupaciones sobre el individuo, el sujeto, en relación a la realidad y sociedad
en la que vive. La filosofía contemporánea se cuestiona hasta dónde el avance
tecnológico nos hace más libre y autónomos, o cómo deben desarrollarse las
relaciones sociales y los sistemas políticos para que en ellas las personas no
se vean sometidas a los más diversos intereses.
Interrogantes que no
buscan causas inmediatas que lo hayan provocado ni soluciones puntuales; sino
esa causa última de la que todo procede, ese sentido de totalidad que toda
persona indaga en la realidad para comprender su existencia. Y esto solamente
lo aborda la filosofía, y se pongan como se pongan las autoridades políticas
que diseñan los currículos académicos, la filosofía es una actitud tan natural
del ser humano ante la realidad, que nadie podrá nunca suprimirla. Mientras
haya personas, la visión filosófica será necesaria e imprescindible.
Eugenio Luján Palma - FILÓSOFO
EL RETO - 10. El cruel septuagenario siglo XX (y2)
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