Narra
uno de los evangelios que, cuando fueron al sepulcro las mujeres a lavar el
cadáver de Jesús crucificado, se encontraron con que la enorme losa que tapaba
la entrada, había sido desplazada. Al entrar, comprobaron que su cuerpo ya no
estaba, y ante su temeroso desconcierto alguien les dijo: ¿por qué buscáis
entre los muertos al que está vivo? Así, la resurrección de Jesús se mostró con
el símbolo del desplazamiento de aquella enorme losa, con la que sus enemigos
más viscerales quisieron enterrar hasta su memoria.
Granítica
losa pesada con la que otros, a lo largo y ancho de nuestra más vasta historia
cultural, han pretendido ocultar el grandioso legado de artistas, escritores e
intelectuales. Este ha sido el caso de la magna obra que D. Miguel de Unamuno
nos dejó, en aquel lejano ya 31 de diciembre de 1936. Losa diseñada previamente
por quienes en su día le vieron como enemigo a batir y que, una vez muerto su
cuerpo, pretendieron hacer caer sobre toda su obra buscando su más plácido
olvido.
Así,
durante la dictadura franquista, su producción literaria y su supuesta adecuada
interpretación, estuvo manipulada. Pretendieron filtrarnos hábilmente
determinados textos, desde una descafeinada y siempre muy interesada
interpretación sesgada de ellos. Evidentemente, hubo importantes indagaciones
que buscaron abrirnos los ojos ante tal manipulación, pero que no dejaron de
ser escasas y muy puntuales. Voces que hoy consideramos auténticas joyas
pioneras en la investigación de su pensamiento.
La
Democracia aún le debe a D. Miguel ajustar cuentas ante esa tergiversación, y
permitirle lucir tal y como él realmente se expresó. Es penoso comprobar que a
día de hoy, en los libros de textos de primaria, secundaria, incluso en los
considerados más especializados que se manejan en los estudios universitarios,
la explicación y exposición de su pensamiento sigue aquellas líneas maestras
que se diseñaron en la ya desaparecida Dictadura, para acallar su potente voz
crítica contra quienes ahogan las libertades.
De ahí
la necesidad, cada vez más apremiante, de levantar esa granítica losa pesada
con la que durante demasiadas décadas se ha pretendido atenuar o eliminar el
brío con el que D. Miguel vibra en cada uno de sus renglones.
En su
última obra, el “Resentimiento trágico de la vida”, escribe de manera
clara y precisa: “Yo no he cambiado. Han cambiado ellos”. Porque él
siempre se mantuvo en el mismo sitio: en el de la defensa de todas y cada una
de las libertades individuales que cada persona posee, por el simple hecho de
serlo. Era el escenario en el que tuvo lugar sus afirmaciones y sus luchas lo
que cambiaba: no su posición. Y esa, precisamente, ha sido una de las peores
tergiversaciones que hemos heredado, y que se mantiene.
Ante
el incipiente nacionalismo, se enfrentó a los bizcaitarras (muchos de ellos,
amigos de la infancia); criticó públicamente los desmanes de la monarquía de
Alfonso XIII; se le desterró por enfrentarse a la Dictadura de Primo de Rivera;
reprochó a Manuel Azaña el diseño de la República que venía diseñando, y -él,
que tanto luchó por hacerla realidad- abandonó ese proyecto; no dudó en
rectificar su incipiente apoyo al levantamiento del 36, y se enfrentó en
público -solo con su palabra- a todo un general rodeado de su séquito armado.
El
pasado jueves 29 de septiembre de 2022, conmemoramos en el Ateneo de Madrid el
158 aniversario de su nacimiento, con la presentación de un proyecto: “Bajo
pluma de mujer”. Producto del esfuerzo de dos significativas investigadoras
de la Universidad de Salamanca, se nos ofrece la posibilidad de acceder a
multitud de cartas que él recibió de mujeres: unas conocidas, otras famosas por
su contribución a la cultura, y muchas también anónimas. Para quienes él se
había convertido en un referente intelectual.
Recordemos
que fue Unamuno quien, en su Tía Tula, inventó ese concepto tan arraigado de “sororidad”,
y con el significado exacto con el que hoy le utilizamos; que siempre acudió a
aquellas reuniones “de mujeres” -como muchos las descalificaban-, para
hablarles de sus ideas y pensamientos; que nunca renunció a defender la
igualdad y la libertad de todos y cada uno, en cualquier foro que se
encontrase.
“Bajo
pluma de mujer” es un esfuerzo más por conmover esa granítica losa pesada
que aún quiere conservar la tergiversación de su obra; y que solo con su
desplazamiento, conseguiremos la resurrección de su auténtico pensamiento. Un
esfuerzo bienvenido por quienes mantenemos que existe una unidad de sentido que
transitas por toda su obra; y reivindicamos su figura como la del intelectual
más importante que hemos tenido. Por quienes, en definitiva, luchamos para que
la fuerza de cada renglón escrito por D. Miguel consiga volver a vibrar en la
mente de esos lectores futuros, hasta estremecerles en su zona de confort.
Eugenio
Luján Palma – Filósofo