domingo, 27 de agosto de 2023

Islantilla: luna y cine

 

[Publicado el 27 de agosto de 2023 en el digital Huelva Ya]


Bajo la luna de una Islantilla bulliciosa, se clausuró el pasado 26 de agosto el XVI Festival Internacional de Cine. Propuesta más que interesante por la visibilidad que proporciona.

Una visibilidad, primero, a actores y actrices no siempre demasiados conocidos por los espectadores. A pesar de tener ya un número de cortos y largometrajes a sus espaldas, sus nombres no se han grabado aún en nuestra memoria. Es, por tanto, una manera de lanzarles a los medios de comunicación, aireándoles sus trabajos.

Una visibilidad, también, a un tipo de películas las más de las veces de público minoritario. No es fácil ya de por sí sacar adelante un proyecto de este tipo, y de que -además- ese proyecto tenga un reconocimiento entre el público. Este tipo de Festivales permiten, pues, aventar proyectos cinematográficos que no siempre entran en el gran circuito del consumidor de cine.

Y una visibilidad, no lo olvidemos, a una zona muy confortable para el ocio en familia. La Antilla es el puerto de Lepe: una barriada que, aprovechando su enclave, ya desde hace muchas décadas estaba dedicada a proporcionar una acogedora zona de veraneo. De ahí que en los años noventa, los ayuntamientos de Lepe y de Isla Cristina decidieran apostar por un trabajo en común, que permitiese el diseño de un “dream resort sobre todo para familias. Y así, de esa colaboración entre pueblos vecinos -que no es fácil llevar a cabo, y que no siempre se acostumbra a realizar-, surge la magia de Islantilla.

Acogedora zona turística con innumerables hoteles de todo tipo y categoría, de apartahoteles, y de apartamentos (pareados o residenciales), que ofrecen al turismo familiar todo lo necesario para su mejor disfrute. La playa con todos sus alicientes, la brisa marina, el cielo azul, los atardeceres multicolores, y una rica y típica gastronomía, ponen la guinda a esta maravillosa zona de ocio que nace del trabajo en común de dos ayuntamientos vecinos.

Una visibilidad que, además, le proporciona internacionalmente este caprichoso Festivas de cine. Y digo caprichoso en su sentido de coqueto, de estético, e incluso antojadizo. Es un placer acudir a la ceremonia de cierre con la entrega de los premios, y sobre todo del cada vez con más reconocido dentro del circuito Premio Honorífico Luis Ciges. Donde el Hotel Estival ha encontrado el marco perfecto para proyectarlo: un entorno minimalista, natural, abierto pero recogido a la vez, sin necesidad de una decoración artificial salvo la tecnología imprescindible, y muy refrescante para quienes acudimos.  

Afirmo que es un placer, porque las cosas se valoran cuando se desarrollan con su propia naturalidad, y duran ese tiempo necesario para que acontezca. Algo que domina a la perfección su alma mater (o pater): Esteban Magaz, director de este Festival Internacional de Cine, que ha sabido mantenerlo en el tiempo bajo la luna especial de Islantilla.

Quizá el Festival más largo en proyecciones, pero cuya Gala de Clausura luce por su sencillez y presteza. Esteban Magaz tiene alma de cine, y ve la vida en fotogramas. Fotogramas que deben ser los justos y necesario para dar sentido a una producción, creando un ambiente donde se reproduzca la trama acotada siempre dentro de un tiempo suficiente. Salvo los discursos de los representantes políticos, con temas manidos y echándose unos a otros las bendiciones de rigor, el desarrollo de la Gala de Clausura es la justa y necesaria para dar los Premios, visualizar retazos de los trabajos y conocer brevemente a los premiados.

Y todo, bajo el guiño de una luna que se funde en negro en el horizonte de Islantilla.

 

Eugenio Luján – FILÓSOFO

domingo, 13 de agosto de 2023

Ayacristino o Islemontino: Aníbal Álvarez, poeta

 

Considero al ser humano, a toda persona, como una orilla. Esa orilla a las que otras orillas arriban, se acercan, se acurrucan, fondean o se despiden. Pero siempre, orillas dispuestas a sentir. Lugar de atraque de diferentes sensibilidades, que llegan a confundirse con las propias. Si somos algo, no es la mera razón o el conocimiento, sino el sentimiento: somos seres sentientes. Y Aníbal Álvarez, no solamente lo es, sino que nos lo demuestra en su nuevo poemario: Isla Cristina, Luz. Donde despierta en el lector -Isleño, Ayamontino o de cualquiera otra orilla de la ría-, emotivos sentimientos personales y ante todo sociales.

Aníbal, a quien he tenido el placer de conocer en estos días, es un poeta ayamontino, que quiere y vive Ayamonte. Pero que siente y sueña como hombre universal. Y “a la luz encendida de los versos” así lo expresa, describiendo con una enorme sensibilidad, en el cielo azul de la mar que acoge a ambos pueblos fronterizos, las pasiones, recuerdos y sentimientos que Isla Cristina ha ido despertando en él.

Porque lo importante de ser orilla no es de qué orilla estés: sino el mismo hecho de sentirte orilla de los otros, en donde los demás puedan recalar y sentirse acogidos. O, simplemente, desde donde sentirnos. Somo orillas para los otros, pieles sentientes que se transforman en el roce con el otro, con el distinto, con el diferente: como lo es un ayamontino y un isleño. Que durante decenios han convivido en el roce del trajín diario. Somos los del “pueblo de al lado”: lo mires desde la orilla que lo mires. Y eso no tiene nada de peyorativo, sino más bien de consustancial al ser humano. Somos una especie migratoria, creada a base de la mezcolanza genética y cultural, como lo es el gran Ayamonte o la muy digna Isla Cristina.

Con la voz de poeta” se despacha una “Tarde lorquiana” “Pensando en Isla Cristina”, o describiendo esas “Salinas de Isla Cristina”. “Vente a Isla Cristina”, nos invita, para disfrutar de las “Gaviotas”, “La casa de Blas Infante”, o de los “Mariscadores urbanos”, sin olvidar: “El paseo de las Flores” o la “Casa de Gildita”, “Playa del Caimán”, “Paseo de las Palmeras”, “El Cantil”, “Calle de San Francisco” o la “Senda del camaleón”. “Vente a Isla Cristina, cariño”, exhorta en uno de sus hermosos poemas, para sentir el alma de un pueblo costero y fronterizo, hecho en su constante pelea con la mar. “A Isla Cristina, mi amor, a Isla Cristina”, donde bulle también el dolor perpetuo de quienes reposan entre las ingrávidas olas de la mar océana, como sepultura eterna.

Una refrescante lectura para este caluroso verano, donde “Una mujer llamada Isla Cristina” es sentida, entre versos y prosa poética, por un ayamontino de nombre Aníbal Álvarez, y profesión poeta.


Eugenio Luján Palma – FILÓSOFO

jueves, 25 de mayo de 2023

Una segunda y nueva oportunidad

Hanna Arendt nos enseñó la banalidad del terror, cómo desde la trivialización del sufrimiento éste tortura y mata dos veces: en la propia ejecución, y después cuando se vulgariza y desnaturaliza. Es ese totalitarismo impuesto, cuadriculado, rígido, como la celda desde la que mira Picasso, con ojos inquisitivos, de dolor… pero también de esperanza: «Homenaje a Picasso», lo llama su autor. Ojos que buscan, más allá del último ángulo del marco, una brizna de ilusión. Dolorido, con tintes rojos en su más íntimo humanismo, busca salir del encierro que toda oscura ideología totalitaria impone para, con trazos entre surrealistas y cubistas, mostrar después al mundo la realidad de un bombardeo con formas de sueño pasajero.

Realidad, sueño y vida se entremezclan así en su obra, como en esta exposición ocurre en los cuadros de Jesús Romero, humanista y médico. Una realidad maltratada en su aspecto más natural por un consumismo atroz banalizado, que cada día asfixia más a nuestro planeta, haciendo retroceder lo natural al empuje de una basura compulsiva. «Cambio climático» lo titula, donde el medio ambiente se ve retrotraído por el impulso cruel de la contaminación, que abarca cada vez más terreno en el cuadro, empujando a lo natural a una esquina. Mostrándonos su fragilidad, diversidad y cambio constante con esas hojas que el viento arroja hacia un letrero humano, que nos avisa -porque aún muchos lo niegan-, del latrocinio que estamos cometiendo a nuestra madre naturaleza.

Exposición que parte de la banalidad del terror, y que transita al terror del uso tan banal que hacemos de los materiales. Reivindicando otras vidas para una chapa vieja y oxidada (Constructivismo 1), sobre la que reposa el trabajo del hombre -siempre áspero, bronco, monótono como la arpillera-, pero que es lo que le dignifica, lo que le da su esencia. Sin poder dejar de ajustarse a las normas cuadriculadas imperantes, reguladas por una sociedad estricta, pero en donde siempre cabe la libertad de creación del sujeto, del ciudadano, del individuo.

Reutilización de los materiales más banales y vulgares, que nos llevan a comprender, no solamente que: «La vida es un teatro»; sino a entender que la cultura humana, desde el conocimiento, la tecnología, la ciencia, al arte y la religión, son elementos fugaces en la vida del planeta, incluso en el de la propia humanidad. Desde una vieja lata oxidada y abierta como un libro, contemplamos, con la perspectiva de Jesús, la caducidad de la vida y producción humanas. Importantes en cada uno de sus enfoques, imprescindibles en su momento, necesarias para nuestro desarrollo y evolución, pero sin perder de vista su fugacidad.

Una vida humana que se ha construido desde la más pura existencia. No nacemos en forma de proyecto cerrado, sino que debemos construirnos -como lo hace el herrero con el acero en su fragua-, a golpe de decisión. Un noble y recio material que representa la dignidad que todo ser humano tiene. Que reivindica el respeto a cada forma peculiar de vida humana, como esas curvas con las que Jesús diseña su: «Figura existencialista», siempre reafirmándonos en lo que queremos ser; siempre en la búsqueda de nuestra forma más precisa e íntima del Ser.

Exposición abierta en la Galeria Bel-Arte de Toledo, a la que nos invita a entrar su carismático: «Composición informalista 1. Entrada al conocimiento». Obra realizada con materiales que se fue encontrando en sus paseos por el campo. Materiales vulgares, banales, desechados, olvidados, arribados como basura contaminante, pero que en sus manos toman forma de esa puerta que invita a ser abierta, y trasgredida en sus límites.

Metáfora, sin duda, de una sociedad consumista y egoísta que también arrumba a muchas personas, convirtiéndolas en solitarios despojos humanos. Usados hasta la extenuación por un entorno productivo depredador, que termina por enajenarles su esencia y convertirles en los actuales residuos -cual chapa oxidada-, de las poblaciones de hoy. Individuos invisibles con quienes, sin duda, deberíamos también comprometernos para ayudarles a construir una segunda y nueva vida.

 

Eugenio Luján Palma - Filósofo

lunes, 24 de abril de 2023

"Ser Orilla. Estampas de Isla Cristina" de Eugenio Luján encierra reflexiones universales a partir de vivencias personales

 

Escanea el siguiente código QR para leer la ENTREVISTA realizada por Jorge Gómez Jiménez, director de la Revista Literaria LETRALIA, tierra de letras, el 24 de abril de 2023.

Su libro: Ser orilla. Estampas de Isla Cristina

encierra reflexiones universales a partir de vivencias personales:

Eugenio Luján Palma reivindica la originalidad de ser persona

                                                              Jorge Gómez Jiménez - lunes 24 de abril de 2023

                                          

                         




 


 








                                         



 


lunes, 3 de octubre de 2022

Miguel de Unamuno, a pluma de mujer

 

Narra uno de los evangelios que, cuando fueron al sepulcro las mujeres a lavar el cadáver de Jesús crucificado, se encontraron con que la enorme losa que tapaba la entrada, había sido desplazada. Al entrar, comprobaron que su cuerpo ya no estaba, y ante su temeroso desconcierto alguien les dijo: ¿por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Así, la resurrección de Jesús se mostró con el símbolo del desplazamiento de aquella enorme losa, con la que sus enemigos más viscerales quisieron enterrar hasta su memoria.

Granítica losa pesada con la que otros, a lo largo y ancho de nuestra más vasta historia cultural, han pretendido ocultar el grandioso legado de artistas, escritores e intelectuales. Este ha sido el caso de la magna obra que D. Miguel de Unamuno nos dejó, en aquel lejano ya 31 de diciembre de 1936. Losa diseñada previamente por quienes en su día le vieron como enemigo a batir y que, una vez muerto su cuerpo, pretendieron hacer caer sobre toda su obra buscando su más plácido olvido.

Así, durante la dictadura franquista, su producción literaria y su supuesta adecuada interpretación, estuvo manipulada. Pretendieron filtrarnos hábilmente determinados textos, desde una descafeinada y siempre muy interesada interpretación sesgada de ellos. Evidentemente, hubo importantes indagaciones que buscaron abrirnos los ojos ante tal manipulación, pero que no dejaron de ser escasas y muy puntuales. Voces que hoy consideramos auténticas joyas pioneras en la investigación de su pensamiento.

La Democracia aún le debe a D. Miguel ajustar cuentas ante esa tergiversación, y permitirle lucir tal y como él realmente se expresó. Es penoso comprobar que a día de hoy, en los libros de textos de primaria, secundaria, incluso en los considerados más especializados que se manejan en los estudios universitarios, la explicación y exposición de su pensamiento sigue aquellas líneas maestras que se diseñaron en la ya desaparecida Dictadura, para acallar su potente voz crítica contra quienes ahogan las libertades.

De ahí la necesidad, cada vez más apremiante, de levantar esa granítica losa pesada con la que durante demasiadas décadas se ha pretendido atenuar o eliminar el brío con el que D. Miguel vibra en cada uno de sus renglones.

En su última obra, el “Resentimiento trágico de la vida”, escribe de manera clara y precisa: “Yo no he cambiado. Han cambiado ellos”. Porque él siempre se mantuvo en el mismo sitio: en el de la defensa de todas y cada una de las libertades individuales que cada persona posee, por el simple hecho de serlo. Era el escenario en el que tuvo lugar sus afirmaciones y sus luchas lo que cambiaba: no su posición. Y esa, precisamente, ha sido una de las peores tergiversaciones que hemos heredado, y que se mantiene.

Ante el incipiente nacionalismo, se enfrentó a los bizcaitarras (muchos de ellos, amigos de la infancia); criticó públicamente los desmanes de la monarquía de Alfonso XIII; se le desterró por enfrentarse a la Dictadura de Primo de Rivera; reprochó a Manuel Azaña el diseño de la República que venía diseñando, y -él, que tanto luchó por hacerla realidad- abandonó ese proyecto; no dudó en rectificar su incipiente apoyo al levantamiento del 36, y se enfrentó en público -solo con su palabra- a todo un general rodeado de su séquito armado.

El pasado jueves 29 de septiembre de 2022, conmemoramos en el Ateneo de Madrid el 158 aniversario de su nacimiento, con la presentación de un proyecto: “Bajo pluma de mujer”. Producto del esfuerzo de dos significativas investigadoras de la Universidad de Salamanca, se nos ofrece la posibilidad de acceder a multitud de cartas que él recibió de mujeres: unas conocidas, otras famosas por su contribución a la cultura, y muchas también anónimas. Para quienes él se había convertido en un referente intelectual.

Recordemos que fue Unamuno quien, en su Tía Tula, inventó ese concepto tan arraigado de “sororidad”, y con el significado exacto con el que hoy le utilizamos; que siempre acudió a aquellas reuniones “de mujeres” -como muchos las descalificaban-, para hablarles de sus ideas y pensamientos; que nunca renunció a defender la igualdad y la libertad de todos y cada uno, en cualquier foro que se encontrase.

Bajo pluma de mujer” es un esfuerzo más por conmover esa granítica losa pesada que aún quiere conservar la tergiversación de su obra; y que solo con su desplazamiento, conseguiremos la resurrección de su auténtico pensamiento. Un esfuerzo bienvenido por quienes mantenemos que existe una unidad de sentido que transitas por toda su obra; y reivindicamos su figura como la del intelectual más importante que hemos tenido. Por quienes, en definitiva, luchamos para que la fuerza de cada renglón escrito por D. Miguel consiga volver a vibrar en la mente de esos lectores futuros, hasta estremecerles en su zona de confort.

 

Eugenio Luján Palma – Filósofo


domingo, 29 de agosto de 2021

Vandalismo contra Unamuno

 

Cuando me creáis más muerto // retemblaré en vuestras manos”, escribió Miguel de Unamuno en 1929. Hoy en día, después de 85 años de su muerte, y sin haber sido aún repuesto desde las instituciones democráticas como el auténtico intelectual que tuvo este país en los últimos siglos, Don Miguel sigue siendo objeto de escarnio. Han sido muchas las veces que han tenido que dragar parte de la ría de Bilbao, en busca del busto que el genial Victorio Macho le dedicó cuando estaba desterrado en Hendaya, porque vándalos desalmados lo cortaban de su pedestal queriéndolo hundir en el olvido.

Hace unos días, vecinos de la calle Ronda de Bilbao, en su casco viejo (en el Bilbao de las siete calles, como le gustaba decir a Unamuno), han denunciado nuevas pintadas y daños en la fachada de la casa en la que nació el 29 de septiembre de 1864. Y lo más hiriente no es ya el maltrato en sí de un simbólico lugar, sino la desidia política de las autoridades municipales por permitirlo, y no restaurarlo con celeridad.

Unamuno fue uno de los grandes intelectuales liberales que ha tenido este país, tal como se entendía ser liberal en el siglo XIX: defensor a ultranza de todas las libertades que posee cada individuo, frente a la sociedad y al Estado. Lo que, entre otras cosas, le convirtió en uno de los luchadores por traer la República de nuevo. Su enfrentamiento con el General Primo de Rivera durante su Dictadura, y al entonces Rey Alfonso XIII, le llevó a ser despojado de su cátedra, de su trabajo, de su sueldo, y a ser desterrado a Fuerteventura. De donde él mismo decidió exiliarse a Paris y después a Hendaya, para luchar contra una Monarquía y una Dictadura corrompida y abyecta.  

Toda su vida fue una lucha contra quienes querían imponerse, eliminando libertades al ciudadano, a los individuos. De ahí que, cuando la República de Azaña empezó a dibujarse olvidando esas libertades básicas y fundamentales de toda persona, y que él tanto defendió, se desmarcó de ese proyecto, y lo criticó con dureza. Lo que le llevó, de nuevo, a ser cesado en sus responsabilidades políticas y educativas, pero ahora de manos de quienes se las habían repuesto.

Esa lucha constante suya en defensa de las libertades, le hizo decir aquello de: “yo no he cambiado, son ellos los que lo han hecho”. Porque Don Miguel siempre estuvo en el mismo lugar, ante la defensa a ultranza de las libertades individuales de todos. Lo que cambiaba era el escenario en el que tenía lugar, un decorado que le circundaba, y a veces le acogía y envolvía como personaje próximo; o le alejaba y repudiaba como opositor y disidente. Pero él nunca abandono esa posición, de la que se hizo defensor ya desde 1884.

Y ahora, esos que quieren presentarse como adalides de la libertad de pensamiento y de expresión, lo hacen buscando borrar, de manera física y de la memoria colectiva, a quien fue uno de sus más grandes defensores: Miguel de Unamuno. Responsable primigenio de que ellos puedan jactarse hoy de ser libres, y de usar esa libertad con fines represivos.

Cuando vibre todo entero, // soy yo, lector, que en ti vibro”, termina su estremecedor poema. Porque, cuando esos vándalos dicen actuar desde su derecho a ejercer la libertad contra la obra de Unamuno, no saben los muy ignorantes que es el propio Unamuno quien retumba entre sus tuétanos: pues a él le deben, entre otras personalidades, que exista hoy un marco jurídico de libertades que le consiente esas incívicas acciones.


Eugenio Luján Palma - Filósofo

martes, 10 de agosto de 2021

Ante la ramplonería social, humanismo

 

El “vizconde demediado”, de Ítalo Calvino, es una metáfora de la sociedad polarizada en la que vivimos aún hoy en día. Tan radicalizada en general que, o estás con unos o estás en su contra: tanto a nivel político, de género, cultural, deportivo, gastronómico, ideológico, … Somos todos vizcondes demediados a quienes se nos ha enseñado a perder una mitad importante y necesaria de nosotros, y a vivir como si no nos hiciera falta, a no extrañarla.

En estos días el Dr. Romero, gran traumatólogo y mejor amigo, acaba de publicar una colección de artículos recogidos con el título de “A mi pesar”. Lúcidos, diversos en su temática y capaces de incitar a la reflexión. Quizá la hebra que los cose no sea otra que la reivindicación del humanismo, de una actitud humanista ante la vida, ante la dura realidad y dentro de esta sociedad tan dicotómica en la que vivimos.

El humanismo surgió allá por el siglo XV para acabar con el encorsetamiento intelectual de la teocracia medieval, poniendo al ser humano como centro de la reflexión y origen de todo conocimiento. Actitud que vuelve a reivindicar Jesús en sus ensayos para entender y así poder proponer mejoras a las circunstancias que nos rodean, situaciones por las que estamos pasando y -como no-, a esta sociedad de extrañeza en la que vivimos.

Dejemos de pensar como hombres de letras o de ciencias; de hemisferios partidos y separados; y pensemos como hombres completos, como “Nada menos que todo un hombre” (en palabras de Unamuno), donde se una lo sentiente y lo pensante, que como ya defendió en toda su obra, y lo demuestra la moderna psicología de la emoción, no es más que una y la misma cosa.

Despertemos en la sociedad la necesidad de buscar la solución a estas encrucijadas que se nos muestran a diario, no desde la ideología partidista, mediada al fin y al cabo, sino desde la unión, desde la completud. Reivindiquemos una sociedad civil comprometida, como ha ocurrido en otros momentos importantes de nuestra historia que, desde esa visión humanista, integradora, donde el objetivo sea buscar soluciones y no azuzar al contrario, limitarle o incluso aniquilarle, se propongan escenarios más realistas como propuestas verdaderamente eficaces y posibles.

Decía Ortega que la crisis europea solo se solucionaría cuando en ella imperase una auténtica filosofía. Quizá -como mantiene el Dr. Jesús Romero en su “A mi pesar”-, el inicio de ello sea el de tomar conciencia de que la perspectiva humanista es la más necesaria en nuestros días, promovida desde un marco de convivencia gestionado por una sociedad civil realmente concienciada y comprometida. Logrando así superar, por fin, al hombre-masa demediado, imperante hoy, en su ramplonería.


Eugenio Luján Palma - Filósofo

EL RETO - 10. El cruel septuagenario siglo XX (y2)

  2. La intolerancia como origen de los conflictos La zona designada como los Balcanes ha sido refugio de pueblos muy diversos a lo largo ...