sábado, 30 de diciembre de 2023

De Dios a Cristo, en Unamuno

 

Se cumplen 87 años de la muerte de Miguel de Unamuno y Jugo, el intelectual más importante que ha tenido este país, y uno de los autores más tergiversados, con premeditación y alevosía. Así lo hizo la dictadura franquista, ya desde su propio entierro, interesada en resaltar determinas ideas para conseguir una doble victoria: presentarle como afín al nacional-catolicismo, y desactivar su importante labor de pensador crítico.

Muchos de los conceptos que ahorman su sistema filosófico no expresan lo que parecen, volviéndose presa fácil de esa tergiversación. Por ejemplo, para él la fe no es creer lo que no vimos: “¡creer lo que no vimos, no!, sino crear lo que no vemos, sí, crearlo y vivirlo y consumirlo, y volverlo a crear y consumirlo de nuevo…” Una afirmación de la “fe viva, porque la vida es continua creación y consunción continua y, por tanto, muerte incesante”.

Esta dicotomía entre fe viva (la del que construye) frente a fe muerta (la de creer por creer), es la que se expresa en San Manuel. En ella, el sacerdote no cree en la vida eterna, ni en otra vida más allá de esta. Pero sí cree en la fuerza de la acción para encontrar la auténtica eternidad, entendida en darse a los demás desde nuestras acciones, “sumergirnos en el alma de la montaña, en el alma del lago, en el alma del pueblo, de la aldea, a perdernos en ellas para quedarnos en ellas”.

Obras a realizar que deben tener como objetivo desarrollar la esencia del ser humano en cada individuo concreto, en cada ciudadano. Una esencia que está en nosotros, que compartimos con el resto de nuestros congéneres, a la que se refiere en 1895 como “la tradición eterna” y que, sin embargo, a partir de 1897 denominará “Dios”. Porque éste “no es el ens summun, el primum movens, ni el creador del Universo, no es la Idea-Dios. Es un Dios vivo subjetivo -pues que no es sino la subjetividad objetivada o la personalidad universalizada…

Para Unamuno, Dios, no es el ser superior creador de toda la realidad (como se dice en el Credo): “sentimos a Dios, más que como una conciencia sobre-humana, como la conciencia misma del linaje humano todo, pasado, presente y futuro,…” Y desde esta conciencia que todos tenemos y compartimos, debemos trabajar para construirnos libremente como individuos, y así mejorar la sociedad como ciudadanos. El pacto social, que garantiza las libertades y los derechos, debe ser ratificado en cada una de nuestras acciones, para cimentarlo y optimizarlo siempre.

Nace, así, la necesidad de darnos constantemente al otro, al prójimo. La obligación de perseguir el ideal de fraternidad y de justicia como forma de vida social, aunque jamás consigamos cumplirlos plenamente. Porque los ideales nunca se cumplen, pero solamente trabajando a diario por ellos hoy, podremos aspirar a que se concreten en el futuro mañana. Unamuno resume esa actitud de persecución activa de los ideales humanos en la figura desmitificada de Cristo, considerado como el hijo del hombre, como el hombre perfecto: porque se dio a los demás en sus obras hasta morir por ellos, y vivir en ellos.

Aspirar a ser eterno desde la fe viva no tiene nada de transcendencia religiosa ni egocentrismo insano. Es el esfuerzo por objetivar la esencia del linaje humano (Dios) en nuestro obrar de cada día, buscando actualizar cada vez más los ideales de fraternidad y de justicia (Cristo), cuyo camino no es otro que el darse a los demás en cada una de nuestras obras.

Una reivindicación del obrar libre del individuo en una sociedad respetuosa con los derechos, donde nos esforcemos a diario por vivir esos ideales humanos. Una defensa, pues, de la necesidad de luchar por “la civilización occidental cristiana.”

 

Eugenio Luján PalmaFilósofo

 

jueves, 28 de diciembre de 2023

Menos tergiversar y más dejar hablar a Unamuno

Cualquier tema que concierne a la figura de Unamuno sigue hoy interesando y, además -y con la misma intensidad-, continúa levantando ampollas en determinados sectores de la sociedad. Se aprecian en los diferentes artículos que están apareciendo en la prensa, tras la noticia de que la Universidad de Salamanca le nombrará Doctor Honoris Causa a título póstumo.

Ambas situaciones son comprensibles. La primera, porque su figura de gran intelectual -el más importante que hemos tenido en este país-, se agranda con los años y con las aportaciones de investigadores que sobre su obra buscamos demostrar su lema: “antes la verdad que la paz”. Y la segunda, porque aún hay un sector amplio de la sociedad, que abarca sobre todos los dos extremos de nuestro actual espectro político, que le siguen mirando con recelo, porque lo han estudiado según consignas heredadas.

Llevo más de un cuarto de siglo leyendo cronológicamente, trabajando, analizando, investigando su obra y mantengo, desde cualquier perspectiva que se señale, que existe una unidad de sentido que la transita, que indico y resalto en cada acto al que acudo, y que invita a recorrer.

Tergiversaciones positivas que coinciden en un objetivo: desactivar su capacidad crítica, de análisis profundo de la realidad en la que vivió, para presentarle como un escritor (ni siquiera pensador), veleta.

La diferencia entre ellas aparece en que, la engendrada por el nacional-catolicismo (que es la tergiversación más arraigada: esa que hoy se sigue explicando en los diferentes niveles educativos), pretende presentar a Unamuno como afín al régimen, manipulando para ello muchas de sus brillantes ideas, y ocultando su auténtica aportación: la reivindicación y defensa a ultranza de las libertades del individuo. Sin embargo, la tergiversación por parte de la izquierda está en resaltar las diferencias entre éste y Azaña, no como una oposición de concepciones de la República, sino como boicoteador y opositor a la República y sus ideales (que no es lo mismo).

Mantengo, pues, que desde la muerte de D. Miguel, no se le ha dejado hablar desde sus textos; al leer su importante obra escrita en cualquiera de sus géneros, no se le ha escuchado. Sino que estos han sido y siguen siendo leídos con las lentes de las diferentes tergiversaciones que cada uno “desde su bando” previamente ha mamado; claves interpretativas interesadas por las que el resto de lectores se dejan llevar, sin preocuparse por conocer de primera mano qué quiere decir D. Miguel en cada afirmación.

Un conocido articulista, que lleva tiempo pregonando la supuesta actitud veleta de D. Miguel, según él apoyándose en “La Razón” de su comportamiento, nos impele a “menos mitos y más historia sobre Unamuno”. Artículo al que desde aquí le responde, sugiriéndole que abandone las lentes de la tergiversación ideológica, y lea a Unamuno escuchándole.

Porque sus textos van de la mano de sus actos, y estos nacen de la oposición sin reservas ante quien pretende limitar las libertades del individuo y del ciudadano, ya sea el bilbaíno Arana, el mismísimo Rey, Primo de Rivera o Azaña y su diseño de República. Reto que solamente se consigue si se abandonan las orejeras ideológicas para leerle sin tergiversar, y de forma cronológica: escuchando así en cada renglón al propio Unamuno -que es quien lo escribe- rasgando el papel con su pluma.


Eugenio Luján PalmaFilósofo


jueves, 21 de diciembre de 2023

Papito o el arte de censurar

 

Censurar no es una acción que provenga del análisis detenido de unas circunstancias, hechos o de los más diversos acontecimientos, para su mejora.

Censurar no es fruto de una crítica constructiva: ni la busca ni la pretende.

Censurar es un acto violento, porque nace de quien se considera en posesión de la verdad, del bien y de las normas del decoro, y las impone.

Quienes censuran, viven por encima del concepto del bien y de mal de todos los demás, a quienes consideran equivocados en sus apreciaciones. Porque para estos, el resto de los ciudadanos debemos ser re-conducidos y guiados en nuestro actuar. Se han proclamado a sí mismos como los “papitos” de una sociedad infantilizada.

Sin embargo, no olvidemos que -entre otras aportaciones-, el siglo XVIII fue ya una lucha contra estos. Los ilustrados decidieron acabar con esa rancia actitud tan patriarcal, para dotar a todos los ciudadanos de libertad y autonomía en sus acciones. Una libertad y autonomía que hoy vuelve a ser tachada con bolígrafo rojo por parte de ediles de VOX y del PP, como ha ocurrido en el pueblo toledano de Quintanar de la Orden.

Lo “papitos”, al estar en la posesión de la verdad, del bien y de las normas del decoro, vigilantes ante la perversión en la que pueden caer sus ciudadanos por asistir a una obra de teatro (“Qué difícil es”), en la que sus actores se muestran en calzoncillos, deciden que “no es del gusto del público”, y por ello eliminarla con bolígrafo rojo de la programación cultural.  

Es curioso que en el siglo XVI se utilizase a “il Braghettone” para cubrir las pudendas partes de las figuras desnudas con las que Miguel Ángel decoró la Capilla Sixtina; y hoy, en pleno siglo XXI, ya ni siquiera sea aceptado su uso por otros también artistas.

Sin duda que un fantoche de casposa moralina trasnochada tiene cada vez más presencia en nuestra sociedad. Fantoche al que hay que parar desde la exigencia del máximo respeto a la libertad, enmarcada siempre en los límites en la que ésta confluye con la de los demás.

En el 2007 Miguel Bosé publicó su disco “Papito”, con éxitos como “Morena mía” y “Bambú”. Pues bien, el grupo de “Mojinos Escozíos” le respondió publicando ese mismo año: “Pa pito el mío”. Un tema que hoy, los que tenemos los “Mojinos Escozíos” de esta tropa de casposos “Papitos”, de fantoches censores, debemos reivindicar más que nunca.

 

Eugenio Luján Palma - Filósofo

martes, 19 de diciembre de 2023

Entrevista para RADIO LA SISLA

 

Escanea el siguiente código QR y escucha la entrevista que me hicieron en la RADIO del IES LA SISLA, el 19 de diciembre del 2023.

 

                                 


 


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